sábado, 1 de diciembre de 2007

Cine y Surrelismo


ANÁLISIS DE UN PERRO ANDALUZ





Es un modelo de representación cuyo núcleo es la mirada vertebradora del mismo. La primera escena que vamos a encontrar es la de un hombre que contempla el cielo y ve una nube ligera que avanza hacia la luna. Paralelamente, una navaja que lleva el hombre pasa por un ojo de una mujer y lo corta. Tanto el ojo como la luna representarían la realidad con la que el individuo quiere romper. Primero lo transmite a través de su mirada con actitud agresiva y semblante excitado a la luna para más tarde reforzar su fantasía con la navaja en el ojo femenino. La imagen del ojo estallado provoca un choque traumático en el espectador penetrando a fondo en el psiquismo de éste.

La aparición de carteles tales como “Ocho años después”, “Hacia las tres de la madrugada”, “Dieciséis años antes”, etc. durante la película contienen la fractura del tiempo del relato en ésta. El comienzo del relato es anunciado con un “Érase una vez...” pero la aparición de la navaja parece estar cortando simbólicamente esta linealidad del tiempo del discurso.

Por otra parte, los contrastes son muy utilizados en este primer segmento de Un perro andaluz, destacando el producido por la aspereza del ojo cortado con el lirismo y luminosidad de la luna.

En un fragmento posterior un ciclista ataviado con unos manteles blancos, pedalea su bicicleta. Sobre este plano se superponen otros dos en los que el cuerpo del ciclista deja ver el fondo sobre el que su figura se recorta y la figura del ciclista tapa no sólo la parte del fondo sobre la que su cuerpo se interpone, sino el fondo en su totalidad.

Se trata de un procedimiento que atenta contra la relación figura-fondo, permitiendo la formalización de una nueva imagen. Esta técnica podemos observarla en algunos cuadros de Magritte tales como Firma en blanco (1965).

Posteriormente podemos ver a la mujer ordenando sobre la cama una serie de prendas que terminan modelando el cuerpo del hombre protagonista. Se trata de un cuerpo invisible, pero que parece estar presente quizás a través del deseo femenino de tener la figura del hombre cerca de ella. Este procedimiento por el que los vestidos adoptan la forma de cuerpos ausentes aparece con frecuencia en la pintura de Magritte. Por ejemplo en Los cuernos del deseo (1959) podemos ver un vestido que adquiere la forma del cuerpo de la mujer. En el cuadro Homenaje a Mack Senté (1937) representará a un vestido de mujer frontalmente colgado de la percha de un armario en el que se transparentan unos pechos desnudos.

En otro fragmento podemos visualizar un encadenado de planos en los que se muestra la mano del protagonista con un agujero por donde pululan hormigas, una axila con vello y por último un erizo. Todo esto comprende una radical descontextualización propia del humor surrealista del texto. El procedimiento del encadenado también lo podemos observar en el plano en el que aparecen las manos del hombre hundiéndose en los pechos de la mujer que aparece enlazado a otro idéntico pero donde el vestido ha desaparecido. Esto mismo se vuelve a repetir dos veces. Esto rompe con la temporalidad habitual. La historia parece haberse roto en distintos fragmentos temporales a lo que contribuyen una serie de intertítulos que recomponen el texto siguiendo una lógica alucinatoria.

Más tarde el hombre, herido de muerte, cae desplomado al suelo, resbalando sus manos por la espalda desnuda de una mujer en un inútil intento de abrazarse a ella. Puede que la intertextualidad de este fragmento lo encontremos en El violín de Ingres (Man Ray, 1924)

Finalmente, podemos encontrar un plano del hombre quien tras pasarse la mano por su boca la hace desaparecer. Esta imagen presenta un notable paralelismo con la pintura surrealista de Magritte Principio del placer (retrato de Edgard James) (1937), donde el artista sustituye los rasgos faciales del retratado por una emanación luminosa que borra su rostro.

1 comentario:

Josefina dijo...
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