sábado, 1 de diciembre de 2007

Cine Expresionista alemán: Nosferatu


La película Nosferatu, una sinfonía del horror de Friedrich Wilhelm Murnau (1888-1931) está considerada como una de las obras maestras del cine, así como una de las que mejor refleja las características del cine expresionista alemán.

Murnau es una de las caras más visibles del “cine clásico” y del cine post-Guerra Mundial. Su cine, al igual que el de su contemporáneo Fritz Lang (director de Metrópolis), influirá a cuantiosas generaciones venideras de cineastas. Desgraciadamente, gran parte de su obra se ha perdido.

Nosferatu (1922) se basa en el libro Drácula de Bram Stoker, pero la viuda de éste denunció que no se habían pagado los derechos de autor. Murnau perdió el juicio y se ordenó destruir todas las copias del filme; por suerte, algunas se conservaron.

La historia trata sobre un joven que es enviado a Transilvania a ofrecer unos contratos inmobiliarios al Conde Orlock, del cual se dice que es un vampiro. Una vez allí, el joven Hutter queda horrorizado, el Conde ha comprado una casa justo enfrente de la suya. En la travesía hacia su nuevo hogar, Nosferatu va arrasando con todos, chupando la sangre a mucha gente y extendiendo la enfermedad de la Peste. Nadie sabe qué ocurre, es como una plaga. La joven esposa de Hutter, consciente del peligro que supone Nosferatu, se sacrifica y deja que éste le chupe la sangre hasta el amanecer; de esta forma el vampiro ve la luz del día y se desintegra.

He aquí la película al completo:

Nosferatu representa el mal en estado puro. Un ser que lleva el miedo y la muerte allá por donde pisa. Podría identificarse con la guerra; no es suficiente escapar de ella, por sí misma llega a tu ciudad y acaba con todo. Podría interpretarse como un proceso catártico para afrontar los más profundos miedos del ser humano; el miedo llama a tu puerta y sólo queda afrontarlo. Se crea una atmósfera terrorífica en los momentos en que se ve avanzar lentamente al vampiro, hacia cámara, con parsimonia pero sabiendo que no hay escapatoria posible a sus garras. En lugar de mostrar todo el acercamiento seguido, Murnau lo rompe mediante una puerta entreabierta, tras la cual sabemos que acecha el peligro. No obstante, en cierto modo el final de la película puede interpretarse como el ideal romántico del monstruo que se deja seducir por una bella mujer, amén de significar su muerte (esto también se aprecia en El Golem (1920) de Wegener, en la que incluso un monstruo de piedra sucumbe a la belleza femenina).

Uno de los aspectos iconográficos más significativos del filme (así como de todo el cine expresionista alemán) es la utilización de las sombras y contraluces, que anuncian lo que se acerca, sin ni siquiera poder escapar de ello; la propia sombra del vampiro agarra el corazón de la chica justo antes de chuparle la sangre. La luz significa la vida, la sombra es la muerte. También hay que destacar el empleo de abundantes planos picados para mostrar el castillo del vampiro (y el susodicho) y conferirle un aura demoníaca inmensa.

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