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París, Berlín y Moscú fueron tres centros privilegiados del encuentro entre artistas plásticos y cinematógrafo. París fue pionera en la creación de una infraestructura de cine clubs, salas especiales y un público específico. La ciudad era la capital cultural del mundo. Moscú representó la creación de una vanguardia oficial, con todas las contradicciones que ello conlleva. El estado soviético apostó por los creadores de vanguardia para adoctrinar al proletariado. Berlín supondría el centro más activo pero también más contradictorio. Si Francia fue el escenario del cine cubista, parte del dadaísta y del surrealista, Alemania vivió la llegada del expresionismo a las pantallas, la Nueva Objetividad, el Kammerspielfilm, el cine abstracto y Moscú basculó entre el futurismo de Vertov, el excentrismo de la FEKS, el lirismo de Pudovkin y las atracciones de Eisenstein.
El periodo de oro de la relación de las vanguardias y el cine no será muy largo. Arrancará tras la posguerra de la I Guerra Mundial, y se prolongará hasta la irrupción del cine sonoro y la preponderancia del cine "made in Hollywood", el afianzamiento de los totalitarismos y el progresivo interés hacia otros tipos de lenguajes cinematográficos.